( EL DIVORCIO DE PADRES E HIJO)
En la ciudad blanca de Arequipa,
distrito de Yanahuara; vivía una familia muy peculiar. En aquel hogar; (si se
podría llamar así), vivía una jovencita acompañada de sus padres. Era una niña
como su nombre, llamada Dulce. Tenía la sonrisa tierna y a la vez cargada de tristeza a pesar de su corta edad. Pronto iba a cumplir
11 años, pero, en su hogar vivía en un
dilema de incomprensión y abandono moral
y espiritual, encontrándose indiferente
en sus estudios por las dificultades que
la aquejaban.
Era una niña muy inteligente pero, por los problemas
existentes, había bajado consideradamente
en sus notas. Los padres se habían despreocupado
de ella, olvidándose de la formación y educación
de su menor hija. El mal padre de nombre Gerardo; de contextura robusta, gordo y de evidente y afiebrado machismo
propia de una formación tradicional, llena de egoísmo, pensaba solo en el trabajo y
en su incesante vida particular colmada
de infructíferas reuniones y vicios sin
importarle su familia. De la misma manera su madre Rocío; una mujer renegada de
la vida, de apariencia elegante y
evidente vanidad. Le gustaba también las reuniones creo que para curar sus
migrañas de todos los días y a la vez, tratar de ocultar su fracaso matrimonial.
Los dos eran cortados por la misma tijera, de tal manera que, el hogar se fue desintegrando con los años y
convirtiéndose muy monótona, lleno de la rutina contante de hacer cada quien lo
que mejor le parezca.
Los gritos eran el pan
del día en constantes peleas que como perro y gato se acrecentaba; mientras que
la niña ya había aceptado a vivir acostumbrada
a ellos.
Dulce, introvertida e ingenua niña; desde muy pequeña había
observado estas diferencias y malas relaciones humanas entre sus padres y
cuando no iba a la escuela, prefería
pasar los días enclaustrada en su cuarto dibujando o cogiendo su vieja muñeca
buscando su lugar preferido; el rincón
de su descuidado cuarto, a veces salía y
jugaba en la calle con sus amiguitos, vecinos de la zona; para ella, lo
importante era no estar en su casa.
La vida pasó rápidamente viviendo cada quien de acuerdo a su
conveniencia, así pasaron los días y los meses.
Pero un día 30 de Junio. Dulce de repente no esperó mucho el
amanecer; se levantó muy temprano, aquella noche había soñado cosas bonitas,
soñó abrazada por sus padres y sus
amigos muy cerca una torta con 11 velitas ¡¡Ese día era su cumpleaños!! Por eso
se levantó de un salto agarró un lápiz y
un papel, y esbozó con ternura lo que
había soñado, había dibujado algo hermoso para ella
-Voy a enseñarles
mi dibujo a mis padres- dijo emocionada y feliz.
Con la mejor alegría pocas veces vista en su delicado
rostro, se alzó de la cama, se observó en el espejo, su rostro sonrió e intentó
sentirse bien.
Dulce cogió el dibujo y se dirigió con mucha ilusión al cuarto de sus padres gritando:
¡Papá…Mamá..! Levántese, ¡hoy es 30 de Junio!-
Reincorporando de mala gana su cuerpo la Mamá le
contestó:
-Ya púe’ hija, es muy temprano, deja dormir- y volvió a
rendirse en su cómoda cama. Mientras Gerardo su padre dormía profundamente sin
inmutarse.
Advirtiendo que era imposible levantarlos, su rostro se entristeció
y se retiró del dormitorio de sus padres para dirigirse ha asearse al baño,
luego al salir de allí, se aproximó a la cocina, como pudo preparó su desayuno y al terminar antes de
salir se cubrió con una gruesa chompa por el fuerte
frió que hacía y procedió con irse a la escuela.
Ya por el camino unas lágrimas quemantes resbalaban por sus
suaves mejillas mientras el helado viento se encargaba de secarlas como
lo hacían con el rocío de la mañana.
Estudiaba en el sexto grado de primaria y muy pronto
cursaría la secundaria. En la escuela tenía
algunos amiguitos que la aceptaba
en por su silencio y obediencia en los juegos, pero ese día le pasó de todo,
sus amigas ni la profesora tampoco se acordaron de su cumpleaños, peor aún se
peleó en el recreo con sus amigos y en
el aula se encontraba distraída y una lluvia de preguntas sin respuestas por
parte de la profesora terminó con
la indiferente.
La mañana se le pasó volando como para le olvido hasta escuchar el
sonido de la vieja campanilla que
le anunciaba la salida de la escuela.
Al regresar a su casa, poco a poco le fue cambiando el semblante de su rostro y
mejorando su ánimo, con la esperanza de al llegar; sus padres se acordarían de
tan significativo acontecimiento en su corta
vida. Quizá le hagan una comida, pensó,
o al abrir la puerta la esperarían con
una torta grande.
Pero, le importaba
poco las fiestas, lo importante para Dulce, era encontrar a sus padres juntos,
unidos mirándola con mucho amor, los
latidos de su corazón se le aceleraron al llegar a su hogar; pero, nadie la
esperaba, solo encontró el perro
recostado bajo el batiente que ni se inmutó ante su presencia, pues continuó durmiendo.
Dulce introdujo la llave a la cerradura
y silenciosamente abrió la puerta
esperando tras de ella una sorpresa de sus padres esperándola con los brazos
abiertos; solo la esperó el silencio reinante de la casa; pero al ingresar a la
sala, el rezongo de fuertes palabras
alcanzaron a sus oídos llegar al escuchar a sus padres decir desde lo alto:
-¡Ya estoy aburrida de tí!
-gritaba la mamá, a la vez que
sollozaba dentro del dormitorio.
- ¡¡¡El que está aburrido de tí soy yo!!!- contestaba muy exaltado el Papá de Dulce.
-Ya me tienes arto con tus celos, cualquier momento
desaparezco de tu vida-
-¡¡¡Vete de una vez y no regreses!!! Le gritaba ella - y no vuelvas a pisar esta casa nunca más, le decía…!
Dulce, subió las gradas al segundo piso ayudándose del “pasa
manos” y al escuchar todo eso, su rostro
cambió abruptamente de expresión y se le
esbozó una tristeza producto del aprisionarte dolor, nadie se acordaba de ella;
¡era su cumpleaños!..¿Qué injusto! Pero,
ellos continuaban discutiendo sus
problemas de siempre. Dulce corrió a su cuarto no sin antes atravesar el cuarto
de sus padres; al sentirla llorar… ellos guardaron silencio al percatarse de la presencia de su pequeña y entristecida hija.
-¿Te diste cuenta? –Dulce nos a escuchado, ya la hiciste
llorar- recriminó Gerardo a su esposa.
-Tu tienes la culpa le contestó la esposa Rocío-
Así ambos se culpaban que, su única hija los haya escuchado discutir. Ella llore
casi no lloraba; se había acostumbrado a las discusiones de sus padres aparentemente no importarle; pero, en esa oportunidad se
echó a llorar y corrió a su cuarto, su madre recordando el acontecimiento le
exclamó a su esposo:
_¡Ahhh! ya sé porque subió
llorando-
¿Por qué llora la niña?
Preguntó el esposo y padre de
Dulce.
-¡¡¡Es que creo que hoy es su cumpleaños!!! Comentó
preocupada la madre-
-¿Estás segura?-
preguntó Gerardo inconforme con
lo que dijo su esposa.
¿Hoy no es 30 de Juniooo? preguntó más segura.
El esposo se reincorporó de la cama para observar un almanaque cercano que colgaba en un costado del dormitorio y
pudo confirmar la fecha señalando
con cierta vergüenza:
-¡Es verdad!... ni siquiera me he acordado-
-Yo tampoco me acordé hasta ahora…¡Pronto!; disimulemos al
menos, hoy no pelearemos acotó la esposa.
-Está bien, contestó el esposo-
¡Vamos, levantémonos!... olvidemos nuestros problemas por el momento y vamos a su
cuarto- Añadió el Papá de Dulce.
Y así ambos esposos con aparente preocupación hicieron las pases, y procedieron llegar
a la recamara de Dulce encontrando la puerta cerrada. Su mamá
acercándose, sigilosamente tocó la
puerta y le musitó muy despacito.
-¡Dulceee! Dulcesito …mi vida!- ¿Estás bien?
-¿Acaso algún día te preocupaste a que esté bien?-
Contestó Dulce sollozando
desconsoladamente.
La madre calló ante la respuesta de su hija; tenía toda la
razón para pensar así.
Acercándose el padre a la puerta tratando de convencerla le
dijo:
-¡Dulce!... Amor, ábrenos… tenemos que conversar contigo y
saber como te encuentras…
Dulce muy molesta, se
paró de la cama, se acercó y les gritó a través de la puerta.
-¿De verdad les importa
como me encuentro?
¡Si hija, claro que nos importas! Dijo la madre.
La respuesta de Dulce
fue instantánea.
-¡Me encuentro mal,
muy mal ! ahora que ya saben como me encuentro, ¡¡¡váyanse y dejen de
molestarme…!!!
¡Mi amor! -prosiguió hablando su padre -ábrenos la puerta,
queremos darte una sorpresa-
-Ya me la dieron a mí
la sorpresa al no acordarse de mi cumpleaños, se la pasan solo peleando
que se olvidan de los demás- y continuó increpándoles:
¡¡ Son Uds. un par de
egoístas que se la pasan peleando e hiriéndose sin importarles todo lo que yo
escucho!!
-¡Mira, mi hijita! -Dijo la madre -tu padre y yo hoy no estamos peleados,
estamos muy tranquilos porque queremos estar contigo, porque te queremos mucho
y tú lo sabes-
¡Sí, claro que lo sé! …hoy se amistan por mi cumpleaños…¿y
mañana qué ?
-Bueno mañana es otro día- dijo su padre.
-Y volverán a las mismas, seguirán peleando le contestó la
niña.
Un silencio reinó por unos segundos.
-Los padres no hallaban más que preguntar, no podían
recriminar a su hija por que ella les
había dicho la verdad…
Después de un pausado
silencio y desahogada Dulce por todo lo que había vivido; les abrió la
puerta y mirando a sus padres con ternura les dijo muy bajito casi suplicando:
-De verdad ¿no van a pelearse hoy?-
-¡¡No, claro; que no!! Le dijo la madre a la vez que, abrazaba
fuertemente.
-¡Mira! Estamos bien
por ti- contestó el padre sonriente abrazando y y besando una de las mejillas de su esposa y
luego besó a Dulce.
Su hija había caído en el engaño, no percató que aquellos
irresponsables padres solo fingían ante ella, su corta edad e inocencia no le
permitía darse cuenta de ello; luego continuaron abrazando y besando a su hija y le desearon lo
mejor.
Fue un cumpleaños
inolvidable para la niña. Le compraron la torta soñada y la compartió con
sus padres. Dulcecito, deseaba que el tiempo se detuviera, estaba muy
feliz y complacida ¿y así fuera todos
los días? Se preguntaba. Como nunca esa tarde la familia unida se sentó a comer
juntos, charlaron y hasta rieron hasta altas horas de la noche. No supo en que
momento se quedó dormida, pero las falda de su madre las sintió como la mejor
cama para el descanso y las manos de su padre como suave almohada.
Esa misma noche durmió como nunca, soñó cosa bellas, se sintió como “Alicia en el
país de las maravillas”
Al día siguiente desde muy temprano despertó para vivir las
pesadillas de la diaria rutina. Su madre
era ahora la que gritaba:
-Eres un mal hombre-le decía:
-Ahora me dices que tienes un compromiso con tus amigotes y
te vas todo el día y ni siquiera me
ayudas con los quehaceres o con la tarea de tu hija-
-Tú quisiste tener un hijo; ahora friégate pues sola, y encárgate de ella-
¿Es que no entiendes que ya no te quiero? -
Escuchó decir Dulce a
su Padre. Aquél momento su corazón se le encogió.
-Si tú te vas a la calle, yo también me voy con mis amigas-
le contestó la esposa indignada.
¡¡Has lo que quieras, es tu problema!!- terminó gritando el
esposo.
Dulce corrió a su cuarto y colocó su
almohada en su cabeza como queriendo no escuchar lo que se decían sus padres,
Sintió el fuerte golpe de la puerta y el
arranque del motor del carro de su padre.
La madre de Dulce también se levantó y se introdujo a la ducha
para cambiarse luego y también salir, no sin antes se acercó al cuarto de Dulce
abrió la puerta y con sonrisa de hipocresía le sonrió y le dijo:
Hija, hoy sábado voy a llegar un
poquito tarde tu papá y yo, así que come
del refrigerado y no te olvides de tu tarea…chao tesoro- concluyó despidiéndose
antes de salir de casa.
Era una nueva discusión, se acabó el sueño de
la noche y volvió la real pesadilla del día.
Dulce, en aquél momento se sintió más
sola que nunca, un sorbo de saliva amarga deslizó por su tragadera garganta y
guardó silencio mientras lloraba y lloraba con aquel sentimiento puro que solo
un niño herido puede expresar a través de sus poros; pero sus labios
impotentes callaron, volvió a su cuarto
a pasos lentos y cogió una caja que guardaba bajo su cama y sacó su vieja muñeca compañera de su corta
vida y la abrazó fuertemente buscando el consuelo en aquél diseño de trapo,
luego tomó su hermoso dibujo, lo observó
un instante, sonrió levemente y sin esconder su pena salió de su habitación
para dirigirse a la calle. Eran cerca de las 10.00 de la mañana, dio vuelta por última vez para observar su casa y luego
de lanzar un profundo suspiro se perdió por la avenida sin destino alguno.
Nadie se preocupó ni se enteró las circunstancias en que
vivía Dulce aquél instante. Camino y camino como nunca lo había hecho, sus
piernas con pasos quejumbrosos
Llegada la noche, el
silencio reinaba la casa que descansaba de los gritos y conversatorios, los
padres de Dulce no se por donde se
hallaban, quizá regocijando su afiebrada y maniática vida libertina.
Mientras la tarde llegaba la niña cruzaba una avenida y
sin percatarse de la cercanía de
un automóvil que a la velocidad que se avecinaba el conductor no tuvo tiempo de
frenar y golpeó a la niña impactando su cuerpecillo. Un hombre de preocupación
evidente bajó del vehículo y se acercó a la niña que se encontraba tirada en la
pista ante el impacto.
-¿Estás bien niña? le preguntaba mientras que sus brazos
rodeaban el cuerpo de la niña maltratado de Dulce que aún no volvía en sí. El
hombre de terno azul intentó cargar a la
niña y llevarla al coche cuando Dulce despertó
preguntando:
-¿Qué me pasó señor?-
-Aún con cierto nerviosismo el señor le contestó:
-Bueno…andabas distraída y cruzaste la avenida sin ver los
carros.
-Ya bájeme señor… pidió Dulce al señor que la cargaba en
dirección a su carro tratando de
llevarla a asistirla a algún centro de salud.
El señor le obedeció a la vez que le dijo:
-Niña te llevaré a un hospital-
-No se preocupe señor, estoy bien- le contestó Dulce
mientras se desprendía de los brazos reincorporarse al intentar pararse.
Un profundo
suspiro sacudió el cuerpo del señor al
notar que la niña no manifestaba lesión
alguna.
-¿Por donde vives? ven… te llevaré en mi coche a tu casa.
Al oír esto Dulce agradeció al señor para luego echarse a
correr como si nada hubiera pasado: al observar
esto el señor viéndola a la
distancia le grito:
¡…Y ten cuidado la próxima vez al cruzar las calles!
Dulce corrió sin detenerse hasta llegar cerca de un grifo y
acercándose sigilosamente a un cilindro con agua con su mano bebió un poco del
líquido elemento, luego continuó su
camino.
No se sabe cuantas horas caminó y caminó. Pronto sintió
hambre, no llevaba dinero alguno, miraba
a los alrededores tratando de ver con
que saciar su evidente hambre; por un instante se detuvo en una esquina para observar algunas señoras que vendían fruta, al
acercarse a ellas pensó pedirles que le regalan una fruta pero le dio
vergüenza, luego pensó en robarla, pero aún sintió más vergüenza aún, en su
desesperación por comer divisó a un orate que rebuscaba en un cilindro algunos
productos comestibles, se acercó sigilosamente con cierto temor por detrás y
pudo arrancarle del cilindro dos podridas
manzanas, el loco ni cuenta se dio de la presencia de la niña que se había
atrevido llevarse parte de su comida y al retirarse del lugar las saboreó con
desesperación para calmar su hambre. El día empezaba a apagarse y el cielo comenzaba a tornarse de color
anaranjado mientras el tic-tan del gigante reloj de alguna tienda comercial le anunciaba que la tarde llegaba a su fin y oscurecía
y se encendían los faroles de las calles, parques y alamedas anunciaban que la
noche se avecinaba. La escasa gente que
aún circulaba en la ciudad no percibía ni le inmutaba la niña perdida.
Dulce en aquél momento por vez primera le llamó la atención la vida del hombre de la ciudad, al observar
como cada quien vive su mundo; sus propios problema; su ritmo es rutinario,
acelerado y mecanizado al trabajo; la gente camina, grita, corre, da una ojeada
a la hora, conversa por un celular no se
con quien, se apuran, se enojan hasta a veces algunos ríen idiotizados por algún vicio, esa es la ciudad, un gigante de
concreto que alberga tanta gente y un monstruo para una solitaria niña
desprotegida.
Las horas avanzaba acabando el envejecido día. El peligro de
la noche estaba latente, muy cercano. Dulce sintió miedo en su soledad, también
las semi oscuras calles se iban quedando solas y abandonadas; el incontenible frío apretaba, solo el pequeño cuerpecillo y en la intemperie de la noche, Dulce
vagabundeaba como zombi por las calles,
no había probado alimento alguno, y el crudo invierno de la ciudad blanca. Las
nubes descargaban toda su artillería como cántaros de agua arrojados a la
ciudad blanca. La abrazaba cada vez más fuerte.
Algunos periódicos los utiliza como calientes frazadas y se
desintegraban al ser remojados con la
persistente lluvia
El cielo de la mañana se abrió grisáceo y las nubes casi
vacías, abandonaban el cielo Arequipeño; la lluvia empezaba a disminuir mientras muy temprano el persistente tocar de
la vieja campana de una iglesia anunciaban un nuevo amanecer; muy cerca una luz tenue de un viejo faro, velaba a una
niña en el rodeante charco de agua aprisionada al poste, su rostro cándida y rosada había
perdido pigmentación… por sus labios humedecidos recorrían sin cesar el líquido lluvioso sus ojos desorbitados y abiertos se perdía en la estrella del
amanecer que brillaba viso mirando su camino al cielo.
acariciando el húmedo metal abrazada a la
soledad atándose a la vida; uno viejos cartones cubrían parte de su entumecido cuerpecito; el viento cacheteaba su pálido rostro
expresando una leve sonrisa, en su pecho llevaba aprisionada su muñeca; y en la
otra un humedecido papel con un dibujo que en sus manos llevaba y en
ella, tres siluetas se distinguían que
decía: Mi Papá…mi Mamá y yo…
Los hijos son el producto
de los padres. Pero, tampoco ningún hijo pidió venir al mundo, el hijo
nace producto del amor por lo tanto, merecen ser protegidos hasta que puedan
volar con sus propias alitas por el mundo pero formando con valores y
principios que nosotros los padres
dejamos como herencia a los retoños.
Que, este relato sirva como ejemplo para aquellos padres muchas que,
veces ignoran a sus hijos y los tienen en total abandono físico y moralmente.
FIN
A LA MEMORIA DE LOS NIÑOS.