EL CAMARÓN JUGADOR
(Me contaron de muy niño, como había
nacido el camarón y se había formado
hasta llegar ha habitar en el río.
Tratando de enriquecer
la cultura camaneja, recreo la imaginación
para crear este cuento, esperando que les guste)
Había una vez, un camarón camanejo, que
vivía en los matorrales de una acequia
cerca la laguna de Pucchúm .Este
curioso camarón, tenía por vicio jugar a las cartas, jugó por todos lados pero sus rivales siempre terminaban con ganarle; había jugado tanto
que, un día se dio cuenta que lo había
perdido todo, quedando completamente “lloto”. Al llegar a su casa, se encerró
en ella y con las naipes aún en las manos, se dedicó a
practicar y practicar;
fueron muchas horas….días….meses; hasta que, por fin se convirtió en un experto jugador.
_¡Agora si, estoy prepara’o pa’ ganar a cualquier contrincante! _dijo
seguro de si mismo.
Poco después volvió a salir por el campo en busca de los más grandes jugadores para retarlos a jugar y decidido a apostar su propia carne.
Lo primero que hizo fue mejorar su vista, y por el camino se encontró con un ratón que también tenía costumbre de apostar y le jugó una partida de barajas y le ganó el par de ojos y se los colocó en la cabeza. Ya con unos nuevos ojos, fue visitar a un
noble muy rico llegado de la capital de Lima, del cual se decía que tenía fama
de jugador, lo encontró y apostó de
garantía su cuerpo, ya que no tenía dinero, el
noble aceptó la apuesta y jugaron,
tan grande fue la sorpresa que, el camarón le ganó un hermoso anillo .
El noble aceptó con altura haber perdido, pero su dama esposa, lo retó a jugar diciéndole:
_Amigo camarón, ya le ganaste a mi esposo,
ahora juega a las cartas conmigo_
El camarón observó que obtendría al ganarle
a la dama, le advirtió su abanico que airaba su rostro, y exclamó:
_Le apuesto el anillo que le gané a
su esposo por su abanico_
_¡Acepto!
le contestó la dama al instante_
Y se sentaron a jugar. Y el camarón volvió a ganar. Ya tenía ganado un anillo, que se lo colocó en su cuerpo muy cerca de la cintura; y el abanico ganado a la dama se lo situó a la cola.
El camarón jugador se despidió del
noble y su esposa y continuó su camino por “la boya”, y encontró
pasteando a un caballo que unos meses atrás le había ganado a las
cartas, y el camarón se le acercó y le
dijo:
_¿Qui’hubo, amigo caballooo! ¿Te
“acuerdais” de mí?…
_Claro que
me acuerdo_ le contestó el
caballo; jugué a las cartas contigo y con el dinero que te gané me compre este verde campo.
¿A que volvemos a jugar las cartas y esta vez, no me “volvis“ a ganas …! –Le incrustó el camarón.
_Que me
vas a ganar, le dijo confiado el caballo_ pero, acepto
jugar contigo de nuevo.
Apostaron y el camarón le ganó la montura y
con ella, también cubrió su cuerpo, el caballo rechinó de dos patas y se
fue a correr por el campo muy molesto.
Nuestro amigo camarón, estaba contento y confiado; le había ganado a los más grandes jugadores del juego de las
barajas, siguió su camino buscando otros a quien retar; cuando llegó al camino
de “la legua” encontró a un viejo sastre que tenía por
vicio también jugar las cartas. El
sastre aceptó jugar y también perdió con el camarón, aún así el sastre quería
seguir jugando y le volvió
apostar.
_¿Mira
amigo !_ Le dijo : he perdido todo mi dinero; te apuesto mis
dos aceradas tijeras_
_¡Acepto!_ Le contestó el camarón, y nuevamente el sastre, volvió a perder.
El camarón se despidió y prosiguió su camino dejando al sastre sin su
vital herramienta de trabajo.
Más allá
encontró una araña que tejía y
tejía colgada en un mataral. Y el camarón al verla se le acercó y le dijo:
¡¡Que bonitas patas para tejer “tenis” amiga araña, pero son muchas. ¡¡Te apuesto mi anillo por algunas de
tus patas!!
_Está bien_ le respondió la araña_ te
apuestos mis patas_
_Y el
experto camarón, volvió a ganar_
¡Te gané!_ ahora tendré mis propias patas_
Dijo emocionado el camarón_ mientras se las colocaba a su cuerpo.
La araña, muy molesta dio un salto a su
telaraña para continuar tejiendo.
Pronto el camarón prosiguió su recorrido, y
la distancia divisó un taller; allí
vivía un carpintero que trabajaba todo el día, y le llamó la atención su
serrucho y quiso ganárselo. Acercándose
el camarón le dijo:
_¡Buenas tardes, amigo carpintero, le
apuesto mi anillo que le gano a las
barajasss!
_Tentado el carpintero por la apuesta, se interesó en jugar y le
contestó: ¿Así ?... ¿Y que deseas que te apueste?
_Me gusta su serrucho _ exclamo interesado
el camarón_
_Juguemos entonces_ añadió el carpintero.
Y las cartas rodaron por la mesa, una hora
después, el entristecido carpintero se despedía de su herramienta de trabajo.
El camarón volvió a ganar, y el serrucho se
lo colocó en su nariz para continuar
luego su camino.
Ya se sentía cansado de jugar, regresaba a su hogar cuando divisó una
iglesia y comentó:
_Entraré a la iglesia
para agradecer a Dios por mi gran
suerte_ ingresó y no había nadie. Comenzó a observar a los
alrededores cuando distinguió a un padrecito que al advertir su presencia se le acercó para
decirle:
_ Buenas
tardes, hermano camarón; bienvenido a la
casa de Dios…
-Buenas tardes, padrecito; me ha ido bien
jugando las carta y deseo agradecerle al señor por mi “guena” suerte.
_¿Juegas a las cartas?_ Le preguntó Interesado el Padrecito.
_Si, padrecito_ le contestó el camarón _ ¿No me diga
uste’ que sabe jugarrr?
_Algo…alguito sé…
_¿Y que tal si jugamos padrecito?_ le insinuó el camarón.
_¿Y qué le apostaría?_ Preguntó el
padrecito.
Confiado el camarón en ganarle
le dijo:
_Padrecito; si yo gano; uste’ me dará su sotana; pero, si uste’ me gana; le daré todo
lo que he ganado, y así ayudará a los
pobres.
_¡Juguemos entonces!_ le contestó al
instante el padrecito.
Y se empezó la partida, fueron momentos de
silencio y emoción; el padrecito jugaba
bien, pero el camarón le ganó como a
todo sus adversarios.
El padrecito resignado aceptó la derrota mientras se quitaba la sotana;
en un santiamén, el camarón optó por colocarse la sotana, y luego se despidió del padrecito.
Su fama de gran jugador de las baraja había crecido; todo el mundo quería jugar
con él. Pero el camarón ya cansado, un día se retiro al balneario de la Deheza dispuesto a descansar. Cortó unas mataras con sus nuevas tenazas de
las lagunas cercanas, luego con la habilidad de sus patas, obtenidas de su amiga
araña, tejió unas esteras y hachones; cortó unos sauces con su serrucho, luego
cargó todo en su nueva montura ganada al caballo y construyó un cuarto para veranear.
El camarón, todos los días se recostaba en
la arena frente al mar airándose con su abanico para refrescarse; ante la
mirada del sol radiante que sabía de su fama y empezó a tener celos de la felicidad del camarón.
Un día, el sol decidido a jugar con el camarón le digo:
_Oye amigo camarón, deseo jugar con usted
las barajas.
_Con cierto desgano, el camarón le contestó
_Lo siento amigo sol, pero estoy de
vacaciones, otro día será.
_¿Acaso tienes miedo jugar y perder conmigo?_ Le insinuó el sol.
_¿Miedo yo?
¡jajaja! ni a uste’, ni a
nai’de…_luego de una pausa, le exclamó_¡¡¡acepto jugar con uste’!!!
-¿Qué quiere apostar amigo camarón?_ le
preguntó el sol.
_Le apuesto mi anillo contra sus bigotes.
El sol seguro de ganar, le contestó: _ apuesto mis bigotes entonces…
Y se empezó la partida, jugaron muchos días
sin descanso; ¡hasta que por fin!...El
experto camarón venció al imponente sol que no le quedo otra que, entregarle sus envidiables y grandes bigotes.
El sol malhumorado, era un mal perdedor,
lleno de ira con lo sucedido; comenzó a lanzar con más fuerza sus calurosos
rayos, pero el astuto camarón utilizó su sotana para cubrirse mientras saltaba
y saltaba porque el suelo comenzó a
calentarse y se lanzó a un caudaloso río
que bajaba todos los meses de verano.
Cuenta la historia que el camarón apostador
no sale del agua, por miedo de ponerse colorado y el sol lo ase o chamusque.
Creación y arreglos: Percy Gallegos Melgar.
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