sábado, 18 de febrero de 2012

EL CAMARÓN JUGADOR: Arreglos y creación (Perseo)




EL CAMARÓN JUGADOR
(Me contaron de muy niño, como había
nacido  el camarón y se había formado
hasta llegar  ha habitar en el río. 
Tratando de enriquecer
 la cultura camaneja, recreo la imaginación
para crear este cuento, esperando que les guste) 

Había una vez, un camarón camanejo, que vivía en los matorrales de una acequia  cerca  la laguna de Pucchúm .Este curioso  camarón,  tenía por vicio  jugar a las cartas, jugó por todos  lados pero sus  rivales siempre  terminaban con ganarle; había jugado tanto que, un día se  dio cuenta que lo había perdido todo, quedando completamente “lloto”. Al llegar a su casa, se  encerró  en ella  y con las naipes  aún en las manos, se dedicó  a  practicar y practicar;  fueron  muchas horas….días….meses;  hasta que, por fin  se convirtió en un experto jugador.
_¡Agora si, estoy prepara’o  pa’ ganar a cualquier contrincante! _dijo­ seguro de si mismo.

Poco después  volvió a salir por el campo en busca de  los más grandes jugadores  para retarlos a jugar y decidido a  apostar su propia carne.
Lo primero que hizo fue mejorar su vista, y por el camino se encontró con un ratón que también tenía costumbre de apostar y le jugó una partida de barajas y le ganó el par de ojos y se los colocó en la  cabeza. Ya con unos nuevos ojos,  fue visitar  a  un noble muy rico llegado de la capital de Lima, del cual se decía que tenía fama de jugador,  lo encontró y apostó de garantía su cuerpo, ya que no tenía dinero, el  noble aceptó la apuesta y jugaron,  tan grande fue la sorpresa que, el camarón le ganó un hermoso anillo . El noble  aceptó con altura  haber perdido, pero su  dama esposa, lo retó a jugar  diciéndole:
_Amigo camarón, ya le ganaste a mi esposo, ahora juega  a  las cartas conmigo_
El camarón observó que obtendría al ganarle a la dama, le advirtió su abanico que airaba su rostro, y  exclamó:
_Le apuesto el anillo  que le gané a  su esposo por su abanico_
_¡Acepto!  le  contestó la dama al instante_ Y se sentaron a jugar. Y el camarón volvió a ganar. Ya tenía ganado  un anillo, que se lo colocó  en su cuerpo muy cerca de la cintura;  y el abanico ganado a la dama  se lo situó a la cola.

El camarón jugador se despidió del noble  y su esposa y continuó  su camino por “la boya”, y encontró pasteando  a  un caballo que  unos meses atrás le había ganado a las cartas, y el camarón  se le acercó y le dijo:
_¿Qui’hubo, amigo caballooo! ¿Te “acuerdais” de mí?…
_Claro que  me acuerdo_  le contestó el caballo;  jugué a las cartas  contigo y con el dinero que te gané  me compre este verde campo.
¿A que volvemos a jugar  las cartas y esta vez,  no me “volvis“ a ganas …! –Le incrustó  el camarón.
_Que me  vas  a ganar,  le dijo confiado el caballo_ pero, acepto jugar contigo de nuevo.
Apostaron y el camarón le ganó la montura y con ella, también cubrió su cuerpo, el caballo rechinó de dos patas y se fue  a correr por el campo muy molesto.

Nuestro amigo camarón, estaba  contento y confiado; le había ganado  a los más grandes jugadores del juego de las barajas, siguió su camino buscando otros a quien retar; cuando llegó al camino de  “la legua”  encontró a un viejo sastre que tenía por vicio también  jugar las cartas. El sastre aceptó jugar y  también  perdió con el camarón, aún así el sastre  quería   seguir jugando y  le volvió apostar.
_¿Mira  amigo !_  Le dijo :   he perdido todo mi dinero; te apuesto  mis  dos aceradas tijeras_
_¡Acepto!_ Le contestó el camarón, y  nuevamente el sastre, volvió a perder.
El camarón se despidió  y prosiguió su camino dejando al sastre  sin su  vital herramienta de trabajo.

Más allá  encontró una araña que tejía  y tejía colgada en un mataral. Y el camarón al verla se le acercó y  le dijo:
¡¡Que bonitas patas  para tejer “tenis” amiga araña, pero son  muchas. ¡¡Te apuesto mi anillo por algunas de tus patas!!
_Está bien_ le respondió la araña_ te apuestos mis patas_
_Y el  experto camarón, volvió a ganar_
¡Te gané!_ ahora tendré mis propias patas_ Dijo emocionado el camarón_ mientras se las colocaba a su cuerpo. 
La araña, muy molesta  dio un salto a  su  telaraña para continuar tejiendo.

Pronto el camarón prosiguió su recorrido, y la distancia  divisó un taller;  allí  vivía un carpintero que trabajaba todo el día, y le llamó la atención su serrucho y quiso  ganárselo. Acercándose el camarón le dijo:
_¡Buenas tardes, amigo carpintero, le apuesto  mi anillo que le gano a las barajasss!
_Tentado el carpintero  por la apuesta, se interesó en jugar y le contestó: ¿Así ?... ¿Y que deseas que te apueste?
_Me gusta su serrucho _ exclamo interesado el camarón_
_Juguemos entonces_ añadió el carpintero.
Y las cartas rodaron por la mesa, una hora después, el entristecido carpintero se despedía de su  herramienta de trabajo.
El camarón volvió a ganar, y el serrucho se lo colocó en su nariz para continuar  luego su camino.

Ya se sentía cansado de jugar,  regresaba a su hogar cuando divisó una iglesia y  comentó:
_Entraré a la  iglesia  para  agradecer a Dios por mi gran suerte_  ingresó y  no había nadie. Comenzó a observar a los alrededores cuando distinguió a un padrecito que al  advertir su presencia se le acercó para decirle:
 _ Buenas tardes,  hermano camarón; bienvenido a la casa de Dios…
-Buenas tardes, padrecito; me ha ido bien jugando las carta y deseo agradecerle al señor por mi “guena” suerte.
_¿Juegas a las cartas?_ Le preguntó  Interesado el Padrecito. 
_Si, padrecito_ le contestó el camarón  _ ¿No me diga  uste’ que sabe jugarrr?
_Algo…alguito sé…
_¿Y que tal si jugamos padrecito?_ le  insinuó el camarón.
_¿Y qué le apostaría?_ Preguntó el padrecito.
Confiado el camarón  en ganarle  le dijo:
 _Padrecito; si yo gano; uste’ me dará su  sotana; pero, si uste’ me gana; le daré todo lo que he  ganado, y así ayudará a los pobres.
_¡Juguemos entonces!_ le contestó al instante  el padrecito.
Y se empezó la partida, fueron momentos de silencio y emoción;  el padrecito jugaba bien, pero el camarón  le ganó como a todo sus adversarios.
El padrecito resignado  aceptó la derrota mientras se quitaba la sotana;  en un santiamén, el camarón  optó por colocarse la sotana, y luego  se despidió del padrecito.

Su fama de gran jugador de las  baraja había crecido; todo el mundo quería jugar con él. Pero  el camarón ya  cansado, un día se retiro al balneario  de la Deheza dispuesto a descansar.  Cortó unas mataras con sus nuevas tenazas de las lagunas cercanas, luego  con la  habilidad de sus patas, obtenidas de su amiga araña, tejió unas esteras y hachones; cortó unos sauces con su serrucho, luego cargó todo en su nueva montura ganada al caballo y construyó  un cuarto para veranear.

El camarón, todos los días se recostaba en la arena frente al mar airándose con su abanico para refrescarse; ante la mirada del sol radiante que sabía de su fama y empezó a tener celos de la  felicidad del camarón.
Un día, el sol decidido  a jugar con el camarón le digo:
_Oye amigo camarón, deseo jugar con usted las barajas.
_Con cierto desgano, el camarón le contestó _Lo siento  amigo sol, pero estoy de vacaciones, otro día será.
_¿Acaso tienes miedo jugar y  perder conmigo?_ Le insinuó el sol.
_¿Miedo yo?  ¡jajaja! ni a uste’, ni a  nai’de…_luego de una pausa, le exclamó_¡¡¡acepto jugar con uste’!!!
-¿Qué quiere apostar amigo camarón?_ le preguntó el sol.
_Le apuesto mi anillo contra sus bigotes.
El sol seguro de ganar,  le contestó: _ apuesto mis bigotes entonces…
Y se empezó la partida, jugaron muchos días sin descanso; ¡hasta que por fin!...El  experto camarón venció al imponente sol que  no le quedo otra que,  entregarle sus envidiables y grandes bigotes.
El sol malhumorado, era un mal perdedor, lleno de ira con lo sucedido; comenzó a lanzar con más fuerza sus calurosos rayos, pero el astuto camarón utilizó su sotana para cubrirse mientras saltaba y saltaba  porque el suelo comenzó a calentarse  y se lanzó a un caudaloso río que bajaba todos los meses de verano.
Cuenta la historia que el camarón apostador no sale del agua, por miedo de ponerse colorado y el sol  lo ase o chamusque.
                                                                Creación y arreglos: Percy Gallegos Melgar.


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