sábado, 26 de noviembre de 2011

CUENTO CON MENSAJE FAMILIAR

( EL DIVORCIO DE PADRES E HIJO)
                                                   
                                                              En  la ciudad blanca de Arequipa, distrito de Yanahuara; vivía una familia muy peculiar. En aquel hogar; (si se podría llamar así), vivía una jovencita acompañada de sus padres. Era una niña como su nombre, llamada Dulce. Tenía la  sonrisa  tierna y a la vez cargada de tristeza  a pesar de su corta edad. Pronto iba a cumplir 11 años, pero, en su hogar  vivía en un dilema  de incomprensión y abandono moral y espiritual, encontrándose  indiferente en sus estudios por las  dificultades que la aquejaban.

Era una niña muy inteligente pero, por los problemas existentes, había bajado  consideradamente en sus notas. Los padres se habían  despreocupado de  ella, olvidándose de la formación y educación de su menor hija. El mal padre de nombre Gerardo; de contextura  robusta, gordo y de evidente y afiebrado machismo propia de una formación tradicional, llena de egoísmo, pensaba solo en el  trabajo y  en su  incesante vida particular colmada  de infructíferas reuniones y vicios sin importarle su familia. De la misma manera su madre Rocío; una mujer renegada de la  vida, de apariencia elegante y evidente vanidad. Le gustaba también las reuniones creo que para curar sus migrañas de todos los días y a la vez, tratar de ocultar su fracaso matrimonial. Los dos eran cortados por la misma tijera, de tal manera que, el  hogar se fue desintegrando con los años y convirtiéndose muy monótona, lleno de la rutina contante de hacer cada quien lo que mejor le parezca.

 Los gritos eran el pan del día en constantes peleas que como perro y gato se acrecentaba; mientras que la niña ya  había aceptado a vivir acostumbrada a ellos.

Dulce, introvertida e  ingenua niña; desde muy pequeña había observado estas diferencias y malas relaciones humanas entre sus padres y cuando no iba a la escuela,  prefería pasar los días enclaustrada en su cuarto dibujando o cogiendo su vieja muñeca buscando  su lugar preferido; el rincón de su  descuidado cuarto, a veces salía y jugaba en la calle con sus amiguitos, vecinos de la zona; para ella, lo importante era no estar en su casa.

La vida pasó rápidamente viviendo cada quien de acuerdo a su conveniencia, así pasaron los días y los meses.

Pero un día 30 de Junio. Dulce de repente no esperó mucho el amanecer; se levantó muy temprano, aquella noche había soñado cosas bonitas, soñó abrazada  por sus padres y sus amigos muy cerca una torta con 11 velitas ¡¡Ese día era su cumpleaños!! Por eso se  levantó de un salto agarró un lápiz y un papel, y esbozó con ternura  lo que había soñado, había dibujado algo hermoso para ella

   -Voy a enseñarles mi dibujo a mis padres- dijo emocionada y feliz.

Con la mejor alegría pocas veces vista en su delicado rostro, se alzó de la cama, se observó en el espejo, su rostro sonrió e intentó sentirse bien.

Dulce cogió el dibujo y se dirigió con mucha  ilusión al cuarto de sus padres gritando:
¡Papá…Mamá..! Levántese, ¡hoy es 30 de Junio!-

Reincorporando de mala gana su cuerpo la  Mamá le  contestó:
-Ya púe’ hija, es muy temprano, deja dormir- y volvió a rendirse en su cómoda cama. Mientras Gerardo su padre dormía profundamente sin inmutarse.

Advirtiendo que era imposible levantarlos, su rostro se entristeció y se retiró del dormitorio de sus padres para dirigirse ha asearse al baño, luego al salir de allí, se aproximó a la cocina, como pudo  preparó su desayuno y al terminar antes de salir se  cubrió con una gruesa chompa  por el  fuerte frió que hacía y procedió con irse a la escuela.

Ya por el camino unas lágrimas quemantes resbalaban por sus suaves  mejillas mientras el  helado viento se encargaba de secarlas como lo hacían con el rocío de la mañana.

Estudiaba en el sexto grado de primaria y muy pronto cursaría la secundaria. En la escuela tenía  algunos amiguitos  que la aceptaba en  por su silencio y obediencia  en los juegos, pero ese día le pasó de todo, sus amigas ni la profesora tampoco se acordaron de su cumpleaños, peor aún se peleó en el recreo con sus amigos y  en el aula se encontraba distraída y una lluvia de preguntas sin respuestas por parte de la profesora terminó con  la  indiferente.

La mañana se le pasó volando como para le olvido hasta  escuchar el  sonido  de la vieja campanilla que le anunciaba la salida de la escuela.

Al regresar a su casa, poco a poco  le fue cambiando el semblante de su rostro y mejorando su ánimo, con la esperanza de al llegar; sus padres se acordarían de tan significativo  acontecimiento en su corta vida. Quizá le hagan  una comida, pensó, o al  abrir la puerta la esperarían con una torta grande.
 Pero, le importaba poco las fiestas, lo importante para Dulce, era encontrar a sus padres juntos, unidos mirándola con mucho amor,  los latidos de su corazón se le aceleraron al llegar a su hogar; pero, nadie la esperaba, solo encontró  el perro recostado bajo el  batiente  que ni se inmutó  ante su presencia, pues continuó durmiendo. Dulce introdujo la llave a la cerradura  y silenciosamente  abrió la puerta esperando tras de ella una sorpresa de sus padres esperándola con los brazos abiertos; solo la esperó el silencio reinante de la casa; pero al ingresar a la sala, el rezongo de fuertes palabras  alcanzaron   a sus oídos llegar  al escuchar a  sus padres decir desde lo alto:

-¡Ya estoy aburrida de tí!  -gritaba la mamá,  a la vez que sollozaba dentro del   dormitorio.

- ¡¡¡El que está aburrido de tí soy yo!!!- contestaba  muy exaltado el Papá de Dulce.
-Ya me tienes arto con tus celos, cualquier momento desaparezco de tu vida-

-¡¡¡Vete de una vez y no regreses!!! Le gritaba ella  - y no vuelvas a  pisar esta casa nunca más, le decía…!

Dulce, subió las gradas al segundo piso ayudándose del “pasa manos” y  al escuchar todo eso, su rostro cambió abruptamente  de expresión y se le esbozó una tristeza producto del aprisionarte dolor, nadie se acordaba de ella; ¡era su cumpleaños!..¿Qué injusto!  Pero, ellos continuaban discutiendo  sus problemas de siempre. Dulce corrió a su cuarto no sin antes atravesar el cuarto de sus padres; al sentirla llorar… ellos  guardaron silencio al percatarse de la  presencia de su pequeña y entristecida hija.

-¿Te diste cuenta? –Dulce nos a escuchado, ya la hiciste llorar- recriminó Gerardo a su esposa.

-Tu tienes la culpa le contestó la esposa Rocío-

Así ambos se culpaban que, su única  hija los haya escuchado discutir. Ella llore casi no lloraba; se había acostumbrado a  las discusiones de sus padres aparentemente  no importarle; pero, en esa oportunidad se echó a llorar y corrió a su cuarto, su madre recordando el acontecimiento le exclamó a su esposo:

_¡Ahhh! ya sé porque subió  llorando-

¿Por qué llora la niña?  Preguntó  el esposo y padre de Dulce.

-¡¡¡Es que creo que hoy es su cumpleaños!!! Comentó preocupada la madre-

-¿Estás segura?-  preguntó  Gerardo inconforme con lo que dijo su esposa.

¿Hoy no es 30 de Juniooo? preguntó más segura.

El esposo se reincorporó de la cama para observar  un almanaque cercano que colgaba  en un costado del  dormitorio y  pudo confirmar  la fecha señalando con cierta vergüenza:
-¡Es verdad!... ni siquiera me he acordado-

-Yo tampoco me acordé hasta ahora…¡Pronto!; disimulemos al menos, hoy no pelearemos acotó la esposa.

-Está bien, contestó el esposo-
¡Vamos, levantémonos!... olvidemos  nuestros problemas por el momento y vamos a su cuarto- Añadió el Papá de Dulce.

 Y así  ambos esposos con aparente preocupación  hicieron las pases, y procedieron  llegar  a la recamara de Dulce encontrando la puerta cerrada. Su mamá acercándose, sigilosamente  tocó la puerta y le musitó muy despacito.
-¡Dulceee! Dulcesito …mi vida!-  ¿Estás bien?

-¿Acaso algún día te preocupaste a que esté bien?- Contestó  Dulce sollozando desconsoladamente.

La madre calló ante la respuesta de su hija; tenía toda la razón para pensar así.

Acercándose el padre a la puerta tratando de convencerla le dijo:
-¡Dulce!... Amor, ábrenos… tenemos que conversar contigo y saber como te encuentras…

Dulce muy molesta,  se paró de la cama, se acercó y les gritó a través de la puerta.

-¿De verdad les importa  como me encuentro?
¡Si hija, claro que nos importas! Dijo la madre.

La respuesta  de Dulce fue instantánea.
 -¡Me encuentro mal, muy mal ! ahora que ya saben como me encuentro, ¡¡¡váyanse y dejen de molestarme…!!!

¡Mi amor! -prosiguió hablando su padre -ábrenos la puerta, queremos darte una sorpresa-

-Ya me la dieron a mí  la sorpresa al no acordarse de mi cumpleaños, se la pasan solo peleando que se olvidan de los demás- y continuó increpándoles:

 ¡¡ Son Uds. un par de egoístas que se la pasan peleando e  hiriéndose sin importarles todo lo que yo escucho!!

-¡Mira, mi hijita! -Dijo la madre  -tu padre y yo hoy no estamos peleados, estamos muy tranquilos porque queremos estar contigo, porque te queremos mucho y tú lo sabes-

¡Sí, claro que lo sé! …hoy se amistan por mi cumpleaños…¿y mañana qué ?

-Bueno mañana es otro día- dijo su padre.

-Y volverán a las mismas, seguirán peleando le contestó la niña.

Un silencio reinó por unos segundos.
-Los padres no hallaban más que preguntar, no podían recriminar a su hija  por que ella les había dicho la verdad…

Después de un pausado  silencio y desahogada Dulce por todo lo que había vivido; les abrió la puerta y mirando a sus padres con ternura les dijo  muy bajito casi suplicando:
-De verdad ¿no van a pelearse hoy?-

-¡¡No, claro; que no!! Le dijo la madre a la vez que, abrazaba fuertemente.
 -¡Mira! Estamos bien por ti- contestó el padre sonriente abrazando y  y besando una de las mejillas de su esposa y luego besó a Dulce.

 Su hija  había caído en el engaño, no percató que aquellos irresponsables padres solo fingían ante ella, su corta edad e inocencia no le permitía darse cuenta de ello; luego continuaron  abrazando y besando a su hija y le desearon lo mejor.

Fue un cumpleaños  inolvidable para la niña. Le compraron la torta soñada y la compartió con sus padres. Dulcecito, deseaba que el tiempo se detuviera, estaba muy feliz  y complacida ¿y así fuera todos los días? Se preguntaba. Como nunca esa tarde la familia unida se sentó a comer juntos, charlaron y hasta rieron hasta altas horas de la noche. No supo en que momento se quedó dormida, pero las falda de su madre las sintió como la mejor cama para el descanso y las manos de su padre como suave almohada.

Esa misma noche durmió como nunca, soñó  cosa bellas, se sintió como “Alicia en el país de las maravillas”
Al día siguiente desde muy temprano despertó para vivir las pesadillas de  la diaria rutina. Su madre era ahora la que gritaba:

-Eres un mal hombre-le decía:
-Ahora me dices que tienes un compromiso con tus amigotes y te vas todo el día y ni  siquiera me ayudas con los quehaceres o con la tarea de tu hija-

-Tú quisiste tener un hijo; ahora friégate pues sola, y  encárgate de ella-
¿Es que no entiendes que ya no te quiero? -
Escuchó decir  Dulce a su Padre. Aquél momento su corazón se le encogió.

-Si tú te vas a la calle, yo también me voy con mis amigas- le contestó la esposa indignada.

¡¡Has lo que quieras, es tu problema!!- terminó gritando el esposo.

Dulce corrió a su cuarto y colocó su almohada en su cabeza como queriendo no escuchar lo que se decían sus padres, Sintió el fuerte golpe de la puerta  y el arranque del motor del carro de su padre.

La madre de Dulce  también se levantó y se introdujo a la ducha para cambiarse luego y también salir, no sin antes se acercó al cuarto de Dulce abrió la puerta  y con sonrisa  de hipocresía le sonrió y le dijo:

Hija, hoy sábado voy a llegar un poquito tarde tu papá y yo, así que  come del refrigerado y no te olvides de tu tarea…chao tesoro- concluyó despidiéndose antes de salir de casa.

 Era una nueva discusión, se acabó el sueño de la noche y volvió la real pesadilla del día.

Dulce, en aquél momento se sintió más sola que nunca, un sorbo de saliva amarga deslizó por su tragadera garganta y guardó silencio mientras lloraba y lloraba con aquel sentimiento puro que solo un niño herido puede expresar a través de sus poros; pero sus labios impotentes  callaron, volvió a su cuarto a pasos lentos y cogió una caja que guardaba bajo su cama y  sacó su vieja muñeca compañera de su corta vida y la abrazó fuertemente buscando el consuelo en aquél diseño de trapo, luego  tomó su hermoso dibujo, lo observó un instante, sonrió levemente y sin esconder su pena salió de su habitación para dirigirse a la calle. Eran cerca de las 10.00 de la mañana, dio vuelta  por última vez para observar su casa y luego de lanzar un profundo suspiro se perdió por la avenida sin destino alguno.

Nadie se preocupó ni se enteró las circunstancias en que vivía  Dulce aquél instante. Camino  y camino como nunca lo había hecho, sus piernas con pasos quejumbrosos

 Llegada la noche, el silencio reinaba la casa que descansaba de los gritos y conversatorios, los padres de Dulce no se por  donde se hallaban, quizá regocijando su afiebrada y maniática vida libertina.
Mientras la tarde llegaba la niña cruzaba  una avenida y  sin percatarse  de la cercanía de un automóvil que a la velocidad que se avecinaba el conductor no tuvo tiempo de frenar y golpeó a la niña impactando su cuerpecillo. Un hombre de preocupación evidente bajó del vehículo y se acercó a la niña que se encontraba tirada en la pista  ante el impacto.
-¿Estás bien niña? le preguntaba mientras que sus brazos rodeaban el cuerpo de la niña maltratado de Dulce que aún no volvía en sí. El hombre  de terno azul intentó cargar a la niña y llevarla al coche cuando Dulce despertó  preguntando:
-¿Qué me pasó señor?-
-Aún con cierto nerviosismo el  señor le contestó:
-Bueno…andabas distraída y cruzaste la avenida sin ver los carros.
-Ya bájeme señor… pidió Dulce al señor que la cargaba en dirección a  su carro tratando de llevarla a asistirla a algún centro de salud.
El señor le obedeció a la vez que le dijo:
-Niña te llevaré a un hospital-
-No se preocupe señor, estoy bien- le contestó Dulce mientras se desprendía de los brazos reincorporarse al intentar pararse.
Un  profundo suspiro  sacudió el cuerpo del señor al notar que la niña  no manifestaba lesión alguna.
-¿Por donde vives? ven… te llevaré en mi coche a tu  casa.
Al oír esto Dulce agradeció al señor para luego echarse a correr como si nada hubiera pasado: al observar  esto el señor  viéndola a la distancia le grito:
¡…Y ten cuidado la próxima vez al cruzar las calles!
Dulce corrió sin detenerse hasta llegar cerca de un grifo y acercándose sigilosamente a un cilindro con agua con su mano bebió un poco del líquido elemento, luego continuó  su camino.

No se sabe cuantas horas caminó y caminó. Pronto sintió hambre, no llevaba  dinero alguno, miraba a los alrededores tratando  de ver con que saciar su evidente hambre; por un instante se detuvo en una esquina para  observar algunas señoras que vendían fruta, al acercarse a ellas pensó pedirles que le regalan una fruta pero le dio vergüenza, luego pensó en robarla, pero aún sintió más vergüenza aún, en su desesperación por comer divisó a un orate que rebuscaba en un cilindro algunos productos comestibles, se acercó sigilosamente con cierto temor por detrás y pudo  arrancarle del cilindro dos podridas manzanas, el loco ni cuenta se dio de la presencia de la niña que se había atrevido llevarse parte de su comida  y  al retirarse del lugar las saboreó con desesperación para calmar su hambre. El día empezaba a apagarse  y el cielo comenzaba a tornarse de color anaranjado mientras el tic-tan del gigante reloj de alguna tienda comercial le  anunciaba que la tarde llegaba a su fin y oscurecía y se encendían los faroles de las calles, parques y alamedas anunciaban que la noche  se avecinaba. La escasa gente que aún circulaba en la ciudad  no  percibía ni le inmutaba la niña perdida.

Dulce en aquél momento por vez  primera le llamó la atención  la vida del hombre de la ciudad, al observar como cada quien vive su mundo; sus propios problema; su ritmo es rutinario, acelerado y mecanizado al trabajo; la gente camina, grita, corre, da una ojeada a  la hora, conversa por un celular no se con quien, se apuran, se enojan hasta a veces algunos ríen idiotizados por  algún vicio, esa es la ciudad, un gigante de concreto que alberga tanta gente y un monstruo para una solitaria niña desprotegida.

Las horas avanzaba acabando el envejecido día. El peligro de la noche estaba latente, muy cercano. Dulce sintió miedo en su soledad, también las semi oscuras calles se iban quedando solas y  abandonadas; el  incontenible frío  apretaba, solo el pequeño cuerpecillo  y en la intemperie de la noche, Dulce vagabundeaba como zombi por  las calles, no había probado alimento alguno, y el crudo invierno de la ciudad blanca. Las nubes descargaban toda su artillería como cántaros de agua arrojados a la ciudad blanca. La abrazaba cada vez más fuerte.
Algunos periódicos los utiliza como calientes frazadas y se desintegraban al ser remojados  con la persistente lluvia

El cielo de la mañana se abrió grisáceo y las nubes casi vacías, abandonaban el cielo Arequipeño; la lluvia empezaba a disminuir  mientras muy temprano el persistente tocar de la vieja campana de una iglesia anunciaban un nuevo amanecer; muy cerca  una luz tenue de un viejo faro, velaba a una niña en el rodeante  charco de agua aprisionada  al poste, su rostro cándida y rosada había perdido pigmentación… por sus labios humedecidos recorrían sin cesar  el líquido lluvioso  sus ojos desorbitados  y abiertos se perdía en la estrella del amanecer que brillaba viso mirando su camino al cielo.
   acariciando el húmedo metal abrazada a la soledad atándose a la vida; uno viejos cartones cubrían parte de su  entumecido cuerpecito;  el viento cacheteaba su pálido rostro expresando una leve sonrisa, en su pecho llevaba aprisionada su muñeca; y en la otra un humedecido  papel  con un dibujo que en sus manos llevaba y en ella,  tres siluetas se distinguían que decía: Mi Papá…mi Mamá y yo…

Los hijos son el producto  de los padres. Pero, tampoco ningún hijo pidió venir al mundo, el hijo nace producto del amor por lo tanto, merecen ser protegidos hasta que puedan volar con sus propias alitas por el mundo pero formando con valores y principios que nosotros los padres  dejamos como herencia a los retoños.

 Que, este relato  sirva  como ejemplo para aquellos padres muchas que, veces ignoran a sus hijos y los tienen en total abandono físico y moralmente.


                                                                                                    FIN
A  LA MEMORIA DE LOS NIÑOS.



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